En Las dos riberas es primordial la paradoja. Se unen vida y muerte, instante y eternidad, razón y sentimiento. A este concepto filosófico, el autor, con arte, lo vuelve sensorial. Así, profundiza su visión y manifiesta sus palabras esenciales. Influido por lo exterior, condensa sus ideas para mostrarse como un manantial, en una corriente hacia ríos de amor y mares de misterio.
En formas breves, reúne su expresión y su mirada, abstracción y síntesis. El poeta, en soledad, se vincula con los misterios y con otra intimidad, el lector. En los libros hay torrentes animosos. En este, el lector hallará, según la disposición de su mirada, palabras que fluyen desde una ribera: un alma.