Al estallar la guerra, en julio de 1936, las Fuerzas Armadas españolas disponían de un co njunto de armas automáticas relativamente numeroso, homogéneo y eficaz, sobre todo si se ompara con otros aspectos de su equipamiento que habían sido particularmente descuidados por los Gobiernos de la República. Según Ramón Salas Larrazábal el Ejército español contaba, de acuerdo con sus plantillas, con 2.475 fusiles ametralladores Óen su mayor parte, de los modelos Hotchkiss 1922, Tipo I (1924) y Tipo II (1925) Ó y 1.678 ametralladoras ÓHotchkiss Mod. 1914 en su casi totalidad.