?M s hermoso parece el soldado muerto en la batalla que sano en la hu¡da?. En esta aseveraci¢n cervantina es donde se libra la batalla de Pasatiempos Perversos. En ellos se utiliza toda la artiller¡a para seducirnos: letra e imagen Y, en efecto, nos abocan a una tarea maldita, a una liquidaci¢n sangrienta. Nos conducen a los peligros de la consumaci¢n y epifan¡a, de las £ltimas y aterradoras apariencias de nuestra humanidad. Pasatiempos Perversos establece una dial‚ctica de tradici¢n y revoluci¢n, como doctrinas de dos soberan¡as. Es una batalla que nos devuelve nuestra imagen en el espejo, frente a frente, en la cual se nos hace dif¡cil sostener que no somos un abismo desintegrador. No pretende la obra, por tanto, ser una versi¢n feliz, coherente y original, de la relaci¢n que existe entre lo que somos y lo que hacemos. Pero nos otorga, sin embargo, un noble pretexto para ejercitar, con fricci¢n, la vida.