Una mañana cualquiera, Jaime se despierta en su cama y comprueba con pavor que su cuerpo se ha transformado. Ya no tiene el mismo aspecto de monstruo que el resto de los habitantes de su mundo, sino el de un niño humano de ocho años. Su cuerpo ha cambiado pero su personalidad, sus recuerdos y sentimientos permanecen intactos. A pesar de esto sufre la intolerancia de su sociedad; hasta sus padres lo ven como un bicho raro. Entonces se encontrará con Samuel, un monstruo albino, y Adrián, un monstruo extranjero, que son marginados por todos, como él.