A inicios del siglo XXI, los pueblos de Nuestra América supimos construir alianzas y disputar poder, para así llegar a constituir gobiernos que comenzaron a cambiar la vida de grandes mayorías nacionales sumidas en la opresión y la explotación. Tamaña osadía no fue tolerada por las élites serviles, acostumbradas a beneficiarse de la dependencia, y mucho menos por sus amos imperiales. Sin embargo, luego de unos pocos años de reflujo, los pueblos hemos logrado amalgamarnos en nuestros procesos de lucha en amplias alianzas sociales y políticas que dieron pelea en las calles y en las urnas, logrando acceder a varias posiciones de gobierno, aun perdiendo algunas fundamentales como, por ejemplo, en Argentina.