Ashbree ha desaparecido y, como siguiente en la línea de sucesión, su hermana Kara deberá asumir el cargo y casarse con el jarl de los berserkers para formalizar la nueva alianza. Y ella lo último que quiere es convertirse en la futura emperatriz. El curso de la guerra empieza a inclinarse en contra de los elfos oscuros. Solo con la ayuda de la Hija de la Luz podrán hacerle frente a un Imperio que se ha vuelto más poderoso que nunca gracias a sus aliados continentales. Los dioses, por su parte, están descontentos con el rumbo de la guerra y le dan un ultimátum a Ashbree: o le ponen en un inmediato al conflicto o los elfos se verán arrastrados por las consecuencias de la escisión de su raza. No obstante, el coste real de terminar quinientos años de enfrentamientos podría ser demasiado alto.