Lavretski ha tenido una educación singular: su padre, un noble que se fugó y casó con una sirvienta, y luego la dejó en Rusia para vivir la vida alegre de Europa, quiso hacer de él un espartano. Ya mayor, y después de una boda por amor y del correspondiente periplo europeo, vuelve a Rusia cabizbajo, separado de su mujer y expuesto al ridículo… pero con la firme convicción de emprender reformas y cuidar la tierra.