Tras la Guerra de Sucesión, la marina española quedó reducida a la mínima expresión. La seguridad de las comunicaciones entre la península y las Indias, se vio amenazada por el acoso de las armadas de las potencias enemigas. Además, la piratería berberisca se resistía a desaparecer, por lo que se hizo preciso mantener operativa una escuadra de galeras. La necesidad de barcos y de gente de todas las clases, impulsó políticas utilitaristas encaminadas a aprovechar las sentencias judiciales, y obtener mano de obra barata en los trabajos de los arsenales y en las dotaciones de barcos.