Tras haber sobrevivido al primer invierno ruso, la Wehrmacht ya no tenía fuerzas para atacar a lo largo de los tres ejes como al comienzo de Barbarroja, y lanzó en el verano de 1942, una ofensiva hacia el sur, con un claro estratégico, los campos petrolíferos del Cáucaso. Pero, poco a poco, una ciudad que no había sido considerada en ningún momento como un objetivo de la ofensiva se convirtió en todo un símbolo de la lucha a muerte entre Alemania y la Unión Soviética: Stalingrado.
El Sexto Ejército se enfrascó en una lucha casa por casa que le impidió hacer valer su enorme superioridad táctica y operativa sobre sus enemigos, Los combates alcanzaron una violencia desconocida incluso en el frente oriental. Teniendo que mantener un frente demasiado extenso, la Wehrmacht ofreció un flanco vulnerable al Ejército Rojo, que aprovecharía su oportunidad lanzando un contraataque contra la parte más débil del enemigo.
Pero el objetivo inicial de Stalin era demasiado ambicioso. Sus irreales planes para asestar un golpe mortal a la Wehrmacht por medio de cuatro grandes ofensivas lograrían acabar con el Sexto Ejército, pero a un precio elevadísimo. Y el triunfo inicial conduciría a una amarga derrota en Kharkov, con lo que el equilibrio estratégico se alcanzó una vez más en el este. Habría que esperar un año más para romperlo.