«No solo a los humanos les nacen engendros: también a los huevos.»
Los cuentos son gente sentada en el umbral de la casa de mi mente.
Fuera hace frío, y esperan.
Miro por la ventana.
Los cuentos tienen las manos frías,
congeladas.
Un cuento robusto y bajito se levanta y empieza a agitar los brazos.
Tiene la nariz roja y dos dientes de oro.
Otro de los cuentos es una anciana sentada que se encorva bajo la capa.
Muchos cuentos vienen a sentarse en el umbral unos instantes
y luego se marchan.
Tienen demasiado frío ahí fuera.
La calle que está delante de la puerta de la casa de mi mente está
llena de cuentos.
Farfullan y gritan, se mueren de hambre y de frío.
Qué impotencia la mía: me tiemblan las manos.
Debería sentarme, cual sastre, a la mesa de trabajo.
Debería tejer prendas de abrigo con los hilos de mi pensamiento.
Los cuentos deberían ir vestidos.
Se mueren de frío en el umbral de la casa de mi mente.
Qué impotencia la mía: me tiemblan las manos.
Busco a tientas en la oscuridad, pero no encuentro el pomo.
Miro por la ventana.
Se mueren muchos cuentos en la calle que está delante de la casa de mi mente.
Sherwood Anderson
Sobre el autor
Sherwood Anderson (1876-1941) fue un autor que influyó fuertemente en la escritura estadounidense del periodo de entreguerras. Maestro del relato corto, no solo por el recurso de ilación de personajes y situaciones, sino también por la economía de medios, la sobriedad descriptiva, la sinceridad en la exposición y la utilización de diálogos exactos y espontáneos, aspectos que luego depurarían autores como William Faulkner y Ernest Hemingway, quienes, por otro lado, deben la primera publicación de sus libros a los esfuerzos del propio Anderson.
Anderson es considerado también uno de los primeros escritores en abordar los problemas generados por la industrialización. Sus obras son libros que muestran los miedos y supresiones de las personas que trabajaban y vivían en el entorno rural de su época. Sus textos no pueden entenderse sin tener presente su vida; uno de los siete hijos de un jornalero, Anderson asistía a la escuela de forma intermitente cuando era joven, mientras trabajaba como vendedor de periódicos, pintor de casas, campesino y ayudante de hipódromo. Después de un año en Wittenberg Academy, una escuela preparatoria en Springfield, Ohio, trabajó como escritor publicitario en Chicago hasta 1906, cuando regresó a Ohio y durante los siguientes seis años buscó, sin éxito, prosperar como empresario mientras escribía ficción en su tiempo libre.
Animado por Theodore Dreiser, Floyd Dell, Carl Sandburg y Ben Hecht, líderes del movimiento literario de Chicago, comenzó a contribuir con versos experimentales y relatos cortos en The Little Review, TheMasses, SevenArts y Poetry. Dell y Dreiser fraguaron la publicación de sus dos primeras novelas, El hijo de Windy McPherson (1916) y MarchingMen (1917). A estas siguieron un libro de poesía, i (1918), y Winesburg, Ohio (1919), su primer libro de relatos en el que da muestra ya de su madurez literaria y que le consagró como autor.
Anderson terminó con una época donde el cuento se había convertido en un género artificial. Sus libros posteriores de relatos, aunque menos exitosos que Winesburg, Ohio, ratificarían su calidad: El triunfo del huevo (1921), Caballos y hombres (1923) y Muerte en el bosque y otros cuentos (1933).
Fue un autor prolífico, escribió novela, relatos cortos, poesía, teatro y ensayo pero, sobre todo, fue un escritor osado, que se atrevió a tratar temas tabúes para la época y con ello concedió voz a esa parte de la sociedad de la que la prosperidad nunca se acuerda.