PRÓLOGO
EXORDIO
INTRODUCCIÓN
LOS ACORAZADOS “DE BOLSILLO”
LA INCURSIÓN ATLÁNTICA DEL ADMIRAL GRAF SPEE
HACIA EL RÍO DE LA PLATA
EL COMBATE NAVAL DE PUNTA DEL ESTE
EN LA TRAMPA DE MONTEVIDEO
LA INMOLACIÓN DEL ADMIRAL GRAF SPEE
CONCLUSIÓN
APÉNDICE DOCUMENTAL
BIBLIOGRAFÍA DE CONSULTA
ÍNDICE ONOMÁSTICO
ÍNDICE DE BUQUES.
CITAS
“Luego de una larga lucha interior llegué a la grave decisión de echar a pique al acorazado de bolsillo Admiral Graf Spee para evitar que cayera en manos enemigas. Estoy seguro de que, considerando las circunstancias, ésta era la única solución a adoptar luego de haber conducido a mi buque a la trampa de Montevideo”
Capitán de navío Hans Langsdorff.
“Era evidente que esta decisión mía podría ser mal interpretada, ya fuera intencional o inconcientemente, por personas ajenas a mis motivos y atribuirla en parte o por completo a motivos personales, por lo tanto, decidí, desde el principio, sufrir las consecuencias que esta decisión llevara implicada, puesto que un Capitán, con sentido del honor, no puede separar su propio destino al de su barco. Solamente yo soy el responsable del hundimiento del acorazado de bolsillo Admira Graf Spee. Soy feliz al evitar, pagando con mi vida, cualquier reproche que pudiera hacerse sobre el honor de la bandera.”
Capitán de navío Hans Langsdorff.
P
A lo largo de los tiempos siempre se reiterará la pregunta del porqué el Graf Spee entró al Río de la Plata para encerrarse en "la trampa de Montevideo". En las páginas siguientes se traza una línea de interpretación histórica que, basándose en fuentes documentales y en la palabra de profesionales, encamina su pensamiento a señalar expresamente que el navío alemán no entró al puerto de Montevideo a causa de una avería, sino de un grave error de su comandante que sobrevino en el medio del combate atlántico del 13 de diciembre de 1939, cuando el proceso de lucha mostraba al Admiral Graf Spee como un seguro vencedor sobre sus tres aguerridos adversarios.
Y el crudo peso de este yerro no solo deja en un muy marcado segundo plano los evidentes desperfectos devenidos de la acción, sino que consuma todo un drama que sufrió la mente del comandante alemán, ya en puerto, cuando nada más había por hacer. Había dejado a sus espaldas a un enemigo aún resuelto que al paso de de los días recibiría apoyo desde aguas europeas. Y su psiquis no pudo aguantar el duro y despiadado peso de la guerra con sus responsabilidades conexas.
Es de reconocer que muchas academias navales han puesto en discusión esta situación, sin duda, una crisis de comando como pocas en la historia naval que llevó a un desenlace totalmente inédito en la crónica de la guerra en el mar: la autodestrucción del buque.