Hay algo de belleza en el asfalto, por lo menos en el poema. En estas páginas, de hecho, el alquitrán parece convertirse en un pretexto para la dulzura y el recuerdo más tierno de la infancia ?que es la patria?, con recuerdos que se filtran por cada una de las grietas de la vida adulta. Ante los ritmos frenéticos del trabajo y la mercantilización de los afectos, ante la violencia y el terror de la ciudad y sus noticias, el poeta dispone de las imágenes de un tiempo más dichoso: la naturaleza, los primeros poemas, la familia, los juegos, los aprendizajes. Francisco Beltrán hace del asfalto otro lugar posible, un lugar habitable ?comprometido con la poesía?, y lo hace a través de una mirada que es atenta, honesta y deslumbrante al mismo tiempo, y que refleja un mundo que amenaza a todas horas con descomponerse.