A mediados de junio de 1944 la guerra estaba claramente perdida para el Tercer Reich. La cuestión era cuanto duraría, a qué coste para ambos bandos, y como sería el mundo resultante tras el final. La poderosa ofensiva que el Ejército Rojo lanzó el 22 de junio, justo tres años después de Barbarroja, fue decisiva para aclarar esas cuestiones. La Wehrmacht, ya exangüe y al límite de sus capacidades, apenas podía cubrir el extenso frente oriental. Incapaz de una defensa adecuada, carente de reservas móviles, con sus mejores veteranos muertos, perdida la batalla por la producción industrial, la logística y las materias primas, fue presa fácil para el mejor Ejército Rojo de la historia. Demostrando lo que había dolorosamente aprendido y desarrollando casi a la perfección el concepto de “arte operacional”, el ejército soviético lanzó la Operación Bagration, a una escala inimaginable para los alemanes, que destrozó el frente y lo llevó a las puertas de Varsovia. El inexorable final ya estaba muy cerca.