Tradicionalmente, cuando pensamos en la II Guerra Mundial, no la vinculamos con el Próximo Oriente, quizá porque no fue escenario de grandes operaciones militares. Pero ello no nos puede conducir a olvidar que se trataba de una zona con un importante peso estratégico para el Imperio británico, el cual llevó a cabo un gran esfuerzo militar para tenerla bajo su control. En este sentido, en la primavera de 1941, cuando los tanques de Rommel se acercaban a Egipto y cuando las fuerzas del Reino Unido habían sido destrozadas en Grecia, el primer ministro Churchill no vaciló en emprender dos campañas en el Próximo Oriente que absorbieron una parte notable de sus efectivos disponibles, lo que indica claramente la importancia que atribuía a la región.
La campaña de Irak consistió en una empresa destinada a derribar al gobierno nacionalista de Rashid Alí (que había llevado a cabo un acercamiento al Eje), con el propósito de reafirmar el control británico sobre Mesopotamia, que se consideraba básica para su esfuerzo bélico en un momento especialmente crítico. En ella, los británicos derrotaron a un ejército iraquí escasamente preparado y mal dirigido por su gobierno. A continuación, Churchill lanzó (con el apoyo de las tropas de la Francia Libre) una campaña contra los mandatos franceses de Siria y el Líbano, controlados por el régimen de Vichy, lo que le debía permitir consolidar el poder británico en la región. Sin embargo, las operaciones resultaron muy complejas y la lucha fue encarnizada, hasta la definitiva victoria aliada.
En definitiva, este trabajo pretende iluminar uno de los episodios menos conocidos de la II Guerra Mundial, pero cuyas consecuencias resultaron muy duraderas para el Próximo Oriente.