Carmen Fernández Cornejo, madrileña de toda la vida, aunque con raíces andaluzas que le dan ese punto de sal tan apreciable, se licenció en Bellas Artes. Habiendo dedicado gran parte de su vida profesional a la enseñanza. De los niños, de los jóvenes, de sus propios hijos, Diego y Eduardo, Carmen ha aprendido -nos dice- tanto como ellos puedan haberlo hecho de ella. Con este libro Carmen Fernández continúa la serie que se inicia en Ada y los ratones colorados. Llegados a este punto, Carmen ha decidido no detenerse, y siempre en compañía de Vicente Araguas, compañero suyo en tantas fatigas y avatares prepara la tercera entrega de esta niña, ya imposible de imaginar sin las ilustraciones de Carmen.
Vicente Araguas se mueve por el mundo de la literatura como pez en el agua o ratón (colorado) en casa propia. En efecto, raro es el palo literario que no haya tocado este autor gallego, de Xuvia-Neda (Coruña), quien ha incorporado a su microcosmos a esta niña maravillosa que se llama Ada. Vicente compagina letras y pupitres, estos en el Colegio Logos (Las Rozas), donde comparte aulas y vivencias con Carmen. De sus afinidades surgió la idea de Ada, un personaje cada vez más dotado de vida propia, aunque en puridad la tenga. Vicente Araguas cree también que en la pureza (en la belleza, pues) de los primeros años está todo. Y a difundir esto se aplica desde el espacio sentimental y sensible donde se encuentra.
Ada pierde la cabeza
Ada es una niña tierna, dulce, soñadora y sumamente despistada. Será su origen isleño (nació en una isla del Mediterráneo y ahora vive en otra del Atlántico) lo que la aísla un poco de la realidad, haciendo de ella un personaje a su bola, es decir, a su manera. En su libro anterior Ada se dedicaba a enumerar ratones (colorados) con los que vivía un verano tan particular como ella misma. Esta vez Ada tiene problemas para conciliar el sueño, por eso Mamá Nieves, buena como el pan recién horneado, le cuenta la historia de aquel rey loco que se portaba rematadamente mal con sus mujeres. Ah, pero Ada confunde la realidad con el sueño, un poco lo que nos pasa a todos, y termina por meter la cabeza donde no debe creando un incidente de lo más chocante y aun divertido, aunque no para ella, en la noche plácida de peluches en la mano y pijamas confortables. El cómo acaba la historia deberá desvelarlo el lector. Esa persona fiel y entregada que terminará apreciando la buenísima resolución de Mamá Nieves. Y por supuesto queriendo a Ada, personaje ya con serie particular, que empieza a tomar una vida tan real como su protagonista, niña feliz en esas islas que dicen Afortunadas. Como lo es, confesión propia, el creador de los textos de Ada, doblemente contento pues cuenta (para sus cuentos) con la mejor de las ilustradoras posibles. Con la que se dispone a seguir el recorrido de esta niña tierna, dulce, soñadora y sumamente despistada, que no para de hacer travesuras, de soñar con las estrellas y de bailar el “chipi-chipi” con los ratones colorados.